La noche pesa con toda su conciencia: las hormigas se vuelven grandes, las lagartijas se convierten en monstruos y todo parece esta a punto de devorarse a todo.
El cansancio no deja dormir y desearías tocar su piel, sentir sus besos, pero simplemente ella no está.
Se la llevó el verano y sus lluvias (a lo mejor fue el estúpido abril y su manía obsesiva por darse al drama).
Nada más queda esperar los caballos, fumar (tabaco liviano para no marearse, después de todo no soy un hombre), ver pornografía que siempre debe tener como base una historia de amor y calcular cuántas veces puedo rodar en mi cama sin estrellarme contra el piso.
Tedio... el spleen de Baudelaire combinado con el instinto homosexual de Viki Woolf y cobijado por mi cabeza que da mil vueltas para no coger el móvil y marcarle.
No voy a aumentarle a Pizarnik, no vaya a ser que me de por comer galletas de chocolate hasta la diabetes.
¿Alguién me desea buenas noches, por favor?
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