jueves, 16 de octubre de 2014

Doce

Son doce palabras que pensar.
Juntas a las ocho de la noche
de las tardes más calurosas.
Silencios tranquilos
consuelo de los días cansados.
Embriagadas de presentes,
bailando al ritmo del sol.
Tu mirada en la mía,
la mejor contadora de nuestra historia.
Tuya y mía
doce palabras
Juntas, silencios, consuelo, embriagadas, tú, mirada
y lo que nos encontremos caminando.

jueves, 2 de octubre de 2014

El caso no resuelto de aquella mujer

En la casa más importante de un pueblo sin nombre, vive una mujer. No se sabe si es joven, vieja o si es una niña.  Tampoco se conocen el color de sus ojos y de su cabello; es más, hay quienes afirman que tiene muchos rostros o mejor dicho, cada habitante afirma que tiene uno distinto -que se parece a la tía de alguien, a la prima de otro; que si tiene pinta de pirata, de vampiro, de aguacil galáctico-  pero todos están de acuerdo en que como vive en la casa más importante, es imprescindible y así le aman.
Si bien en el pueblo, como siempre han enseñado los viejos, nadie es indispensable, la mujer desconocida  es la excepción. Basta decir que sin ella el pueblo sería como cualquier otro. Ella les da misterio, de ese que trae su propio encanto y desata no solo una gran historia aburrida, sino muchas, tan valientes, mágicas y estupendas como cada uno quiera.
La mujer misteriosa, que se parece a todos, pero no se parece a nadie, canta. Gracias a esta afición todos saben que sigue ahí. Hay cerebritos muy educados que han viajado a París escribiendo tesis y recibiendo menciones honoríficas precisamente por estudiar la importancia del canto de la mujer sin rostro. 
Nadie dice semejante cosa, ni siquiera se atreven a pensarlo mucho, pero todos en el fondo desean con todo su corazón que el canto nunca cese. Eso es egoísta, lo saben, después de todo nadie puede obligar a ninguna mujer a mantenerse cantando; sin embargo, si dejara de cantar todos serían miserables, vulgar y corrientemente miserables.
Ella los vuelve especiales. A todos en el pueblo y a las casas, a los pájaros, a las piedras de las calles y a las macetas llenas de rosas y begonias y hasta cactus que parecen crecer más bonitos en los corredores de las casas de aquel pueblo sin nombre.
Nadie sabe exactamente cuándo nació, ni de qué color es su aura –adivinos y psicomagos de todo el mundo organizan expediciones al pueblo solo para intentar descubrir alguno de estos dos misterios- pero hay niños y perros que han afirmado, balbuceando y ladrando respectivamente, que a veces brillan todos los colores detrás de las ventanas de la casa más importante, pero eso no ha sido comprobado.   
Sin embargo, todos los habitantes han llegado a la misma conclusión: no importa conocerla. Tampoco importa mucho cómo llegó a vivir en la casa más importante. Tampoco importa cómo se volvió imprescindible. Lo que todos quieren es que permanezca ahí.
En la casa más importante de un pueblo sin nombre, vive una mujer. No se saben muchas cosas de ella, a veces solo se sabe que existe y al parecer, eso es suficiente.

lunes, 14 de abril de 2014

Siempre

El cursor, pensó, palpita al mismo tiempo que mi corazón. Su pensamiento fue cursi, lo admito, pero algo extraordinario había en el intento de convertir aquel instante en algo trascendental. Palpitaba con su cursor y aquello le dio la certeza de que era un buen momento para escribir cualquier cosa. Entonces escribiré, se decidió. El vértigo de escupir en palabras  sus emociones, de manera desordenada, pronto le provocó un nuevo acto de valentía. Debería enviarle un mensaje, se aconsejó. Por fin, después de los seis años que la había visto de todas las formas posibles, quizás aquella noche tendría la oportunidad de aceptar que solo la había visto con ojos de amor. Siempre. Pero quizá no, probablemente después de todo uno no va y regala mensajes cursis escritos al ritmo de un cursor.  Por otro lado, las ráfagas de valentía no son algo que deberían desaprovecharse. Mejoró su puntuación y corrigió algunas faltas de sintaxis, estaba lista para aventurar sus líneas palpitadas. A veces lo mejor es arriesgarse, se animó. Aferró sus manos a la orilla de la mesa. Esperando. Otra vez esperando, ella siempre la mantenía en espera (¿o ella se plantaba a esperar?)Pronto obtuvo respuesta. Corta. Certera: Siempre.