viernes, 23 de octubre de 2009

Burócrata

Ella extiende el trozo de tela para limpiar su escritorio. Limpia con cuidado cada segmento donde el color caoba de la superficie parezca opaco. Sus manos se mueven sin ritmo y de una forma común, igual que todos; en ella a simple vista no hay nada diferente.
En pleno siglo XXI usa fijador como lo hizo su abuela materna en los 60’s; su cabello no se mece con el viento y mucho menos lleva perfume a las narices de los caballeros que se pierden en sus curvas marcadas, también como aquellas bellas mujeres de los 60’s. En su mirada nadie percibe su historia, sus accidentes, sus dolores, sus angustias, sus derrotas, la desilusión de la vida misma que ella, con su anacrónica liga para el cabello rematada con dos esferas de plástico, se niega admitir. Ella no termina de aceptar esta vida, y por eso los observa a todos.
Cómo se mueven, cómo se hablan; ella los ve como títeres en una eterna función de circo. Vive sola por necesidad, pero sin darse cuenta, se siente tan cómoda sintiéndose abandonada que maquillarse todos los días para ir al trabajo no es otra cosa que un nimio acto heroico del rubor y las sombras; una máscara para hacerla parecer engreída, para atraer con colores chillantes la atención que no necesita, colores chillantes que combinan con los zapatos y la camisa. Quiere parecer ingenua, evitando palabras groseras y tonos elevados en su voz, pero es quien conoce más sobre la vida pues conoce más sobre el dolor. Habla de la muerte de su madre, de su padre ausente y de su novio ingrato con la naturalidad de una vieja; una vieja a quien no le cuentas nada, quien te aconseja y tiene siempre un bonito pensamiento para regalar.
Debiera vender palabras ahí sentada en el escritorio que cuida con tanto celo. Quizás es un hada, o un ángel, o un pequeño demonio que se burla de todos los que pretendemos saber porqué estamos aquí; quizá solo es un espíritu en el limbo de la vida, recuperando los recuerdos de su infancia, un alma vieja que intriga, que encanta. De su bolsa hoy no sacará empanadas, sino expresiones indescifrables, palabras que no terminan de significarse, así como ella, atoradas en significado, atoradas en el mundo. Sobreviviente de este tiempo como muchos, limpia y limpia su escritorio sintiéndose burócrata, es espera del siguiente trámite para continuar suspendida.

lunes, 7 de septiembre de 2009

En vela.

La noche pesa con toda su conciencia: las hormigas se vuelven grandes, las lagartijas se convierten en monstruos y todo parece esta a punto de devorarse a todo.
El cansancio no deja dormir y desearías tocar su piel, sentir sus besos, pero simplemente ella no está.
Se la llevó el verano y sus lluvias (a lo mejor fue el estúpido abril y su manía obsesiva por darse al drama).
Nada más queda esperar los caballos, fumar (tabaco liviano para no marearse, después de todo no soy un hombre), ver pornografía que siempre debe tener como base una historia de amor y calcular cuántas veces puedo rodar en mi cama sin estrellarme contra el piso.
Tedio... el spleen de Baudelaire combinado con el instinto homosexual de Viki Woolf y cobijado por mi cabeza que da mil vueltas para no coger el móvil y marcarle.
No voy a aumentarle a Pizarnik, no vaya a ser que me de por comer galletas de chocolate hasta la diabetes.
¿Alguién me desea buenas noches, por favor?

domingo, 6 de septiembre de 2009

A unas monedas más.

Había repasado toda la noche la carta que enviaría. Después de treinta y siete intentos fallidos por comunicarse con ella, la sonrisa que le devolvió el espejo esa mañana la convenció de que esta vez lo lograría.
La vería en la parada del camión como todos los días, la saludaría cortésmente y después introduciría la carta en la bolsa de lona que siempre utilizaba.
Calculaba que al tercer o cuarto día, cuando se encontraran nuevamente, ella sabría quién era la remitente de la carta y sucumbiría a su galanteo. Tal vez no sucumbiría, pero nada había que perder.
Sara aliso su cabello, destensó los músculos del cuello y partió al encuentro de lo que sería el final de una larga e individual travesía hacia el atrevimiento.
Al llegar a la parada del autobús sufrió arritmia, agravada cuando cayó en cuenta que no llevaba el pasaje completo.
Estaba cansada de esperar su mejor oportunidad.

Cascada

Levantó la vista por casualidad. Ahí estaba ella, con su sonrisa.
Alguien le había recomendado fijarse en sus labios; no le parecieron maravillosos. Se fijaba únicamente en su cabello. Lo que deseaba era conocer el aroma de la melena negra.
Ella encontró sus ojos y le dio un saludo casual desde lejos. Si supiera lo que pensaba no hubiera sonreído con tantas ganas.
Seguía el movimiento de sus manos al colocar su cabello sobre la derecha, luego sobre la izquierda.
Sonreía provocativamente, se convenció. Luego la desilusión, cuando su voz sonó dulce.
Devoraba unas galletas mientras intentaba imaginar lo que sería enterrar la nariz en aquel cuello.
Conocía su nombre y tenía pretextos para hablar con ella, pero no podía perder la oportunidad de fantasear por culpa de torpes cortesías.
Ella cambió de lugar. Ahora el perfil había sido suplantado por la espalda; la cascada negra cayendo libremente alborotó el último rastro de oportunidad de presentarse con soltura y saludar.
Necesitaba una corriente de aire que le trajera un poco de su aroma. Imposible. Nunca hay tanta suerte.
Los hombros podían adivinarse sin fantasear con el resto de su cuerpo pues sería riesgoso, insoportable.
Pronto se iría porque su reunión terminaba. Hasta este punto se percató de más personas en la mesa. Todos se despedían ya.
(Una vez le prestó su chaqueta porque llegó empapada y el aire acondicionado de la sala la hacía tiritar. El agua de lluvia impidió que el aroma se impregnara; lo buscó sin resultados, durante media hora, ya en su casa).
La despedida llena de su sonrisa, de sus labios comunes y de la imposibilidad de sentirla.
Regresaría a buscarla. Tal vez esperaría otra tarde de lluvia, una ráfaga de viento o una charla con alguno de sus amantes, posiblemente habría alguien capaz de describir su aroma.

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Hola.

Cuentos de mujeres y mujeres y mujeres.... blablabla.

¿Qué puede ser más divertido?

me resguardo en el dicho "en gustos se rompen géneros"

Vengan los dos primeros.