Coloquial.
Una historia de amor de mamá, otra de papá, de los dos juntos, después a lo mejor de cada quien por su lado.
Amor de hermanos, hermanas y otra vez papá y mamá, incondicionales. El primer
amor en la secundaria, ese que no se podía ni ver a los ojos porque seguro se
decía lo más tonto y se caminaba como bailarina de piernas de arroz con leche. El platónico de la parada de la combi; el
otro platónico del interior de la combi. El amor de verano, que cae en cliché
porque la verdad es que en nuestra ciudad no se identifica del todo el verano. Luego el desamor, y descubrir al amor de los
amigos, de los videojuegos, de la música, de pasar el rato. Y que nadie te
quiere, y que no, y que sí. El segundo amor que decides
olvidar pero de vez en cuando te hace sacudir la cabeza, medio arrepentida,
medio divertido, medio, media. Desilusiones, ilusiones, decisiones. Tiempo. Porque el amor es también de
tiempos, de momentos, de coincidir. Y entonces sus ojos… uff sus ojos, uff su
sonrisa… y es lo que me completa, lo que me hace plena, feliz. Amor bonito. Problemas. Pasión. Amor. Conversaciones en cama,
flatulencias..., risas, tantas risas, tardes,
noches, estrellas, smog, estrés, consuelo, apoyo, silencios, deliciosos
silencios. Compañera del camino, compañera de la vida, mi amor.
“En la antigüedad los seres humanos teníamos dos cabezas,
cuatro piernas y cuatro brazos”. Ahora hay hornos para hacer prótesis a esos seres que de pronto nos hacen Uno.