lunes, 14 de febrero de 2011

Nota positiva

Las mejores cosas ocurren de la manera más inesperada. Eso me decían, casi nunca lo creí. Mi madre es una de esas personas agresivamente positivas, y me lo contagió; mi padre tiene otro poco de positivo, pero de una manera menos directa, más circunstancial. Pero yo sólo me lo creía por cuentos chinos y consejos en despedidas.
Cuando la conocí, me deslumbró el brillo de sus ojos, con cliché y todo, ellos y su sonrisa fueron lo mejor. Su rostro iluminó aún más una bahía ya animada, fue como superpuesto, como con el poder de hacer que todo lo demás, se azotara una y otra vez con el suelo para brillar más- ya he dicho antes que la actitud positiva de mi madre es un poco agresiva-.
Ella me miró desafiante, y yo como buena esquiva de la fortuna casi salgo corriendo, si hubiera tenido dos años y doce kilos menos, seguro lo logro.
Pero no pude. No pude huir. Y ella me dejó pasmada desde ese día.
A veces hay cosas buenas, a veces hay cosas malas, a veces soy muy asertiva, otras tantas peco de distraída, incompetente, desesperada. Pero el brillo de sus ojos y su sonrisa aún me dejan pasmada. Y estoy aquí, con la esperanza de hacerla reír todos los días, de vigilar sus sueños, de construir más y más recuerdos.
Yo, la pasmada, sigo observando, porque me gusta observar el tiempo, emplearlo e inútilmente tratar de medirlo en meses y años, para regalárselos a ella, que me sigue robando el aliento, y provocando ganas de salir corriendo y de sostenerla y de apretarla y morderle las mejillas, y volar, así, como si lo contradictorio fuera lo más natural del mundo.