viernes, 28 de junio de 2013

Marciano

Del primer día que te vi, tengo el recuerdo nítido el sabor de la gelatina de limón del hospital. La mejor gelatina de la vida. Mamá tenía la cara cansada y se había comido todo, menos la gelatina de limón. Eras chiquitita, te parecías a mis muñecos. Mamá me dijo: esta es tu hermanita, y yo pensé que era un día perfecto porque por fin, después de tanta espera, habías llegado y además había gelatina de limón. Yo tenía casi tres años. Es curioso lo que uno recuerda; a mí me gusta recordar colores o, mejor dicho, es lo que más recuerdo (como los pececitos naranjas, las flores rojas, los sillones grises, los edredones con globos de todos los colores) y a ti te recuerdo verde. Eras tan rara, como un marciano, porque eras verde, o la gelatina era verde y luego tu color favorito fue el verde… ¿ves? eras un marciano. La cosa más rara, chiquita, como venida de otro planeta: el planeta de la panza de mamá.
Y entonces nos tocó crecer juntas y llorar juntas y ver cómo mamá y papá  se querían y luego no, enfrentar monstruos, correr bajo la lluvia, nos tocó sabernos imperfectas, pelearnos, pelearnos, jugar y jugar, querernos y formar un grandioso equipo de dos.  

Del primer día que te vi, recuerdo la gelatina de limón y haberte puesto tu nombre, creer que eras una cosa muy rara y saber que en este mundo no había alguien más parecida a mí.