Junto a la cama, dos
vasos vacíos de whisky
se preguntan qué será
ahora de mí
nada
no soy la abandonada.
Desposeída del velo de
la embriaguez
cada uno de mis
sentidos recuerda.
Yo no olvido,
escucho los susurros,
la música y el tamborileo de un par de manos
que asieron mi cintura.
No, no soy la
despojada.
Soy la incrédula de la
montaña rusa
de cuya cima dejé caer
mi cuerpo con los ojos cerrados
abandonada al vértigo y
al éxtasis.
Después, mi voz sabe
despedirse,
y dice adiós, hasta
mañana.
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