domingo, 25 de septiembre de 2011

En s

A Mima.


La reina, abeja en otros cuentos, lloraba desconsolada junto al brillante ataúd que hería con su fortísimo color caoba.
"No puede ser", se repite y llora desconsolada, tan perdida en su dolor que no distingue de quién es el hombro en el que se apoya.
La felicidad fue antes, no más. Se pregunta si este final significa que debió aprovechar los bueno tiempos un poco más.
La tristeza de esta tarde perdurará aún sobre las cenizas de la reina, ya no teme nada, todo lo ha sentido ya y sólo permanece, vieja sabia, como el chicozapote en el patio de mi otra abeja sobreviviente.
Ya nadie alivia su tristeza, algo más que un cuerpo murió, algo inefable, tan real como la partícula de Dios, tan de moda.
Mi abeja, vieja hoy más que nunca, llora desconsolada, se despidió del amor que nació de su entrañas. Apenas zumba, solloza, sabe sonar su susurro alado, triste, desconsolado y ya no vuela, apenas está suspendida en cada instante.

No hay comentarios: